Si tenemos hambre nos alimentamos de las manzanitas que penden de las ramas aledañas. Si tenemos frío -nos abrazamos. En mi cartuchera guardo la oblea que me dieras hace ya mucho tiempo. Mirá, la aldea subterránea ya está cerca. Mirá, a lo lejos se ven los portales que emergen por entre los campos de lavanda, los soportales de las escalinatas y las rejas del cuartel. Crucemos el bosquecito de bambúes y el puente de madera.
¿Y ese tintineo? Es la cierva blanca, haciendo sonar su cascabel: crocante, coralino. La tarde juega a "la cajita de música" -se deja beber en las raíces del jardín, se espeja en las tinajas que maceran licores en el templo. Una siesta larga, limpia -un río de diez mil años.